El Hombre que lo Probó Todo



Salomón, fue rey en Israel al suceder en el trono a su padre, el rey David, aquel que fuera conocido desde su juventud por enfrentarse y derrotar a Goliat el filisteo. Heredó el trono allá por el año 970 a.C. y podemos leer en el relato bíblico, que su sabiduría fue un don recibido de Dios, como consecuencia de sus deseos de ser un buen gobernante. Leyendo el libro 1º de los Reyes, dice:

1Re 3:9 Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande? 1Re 3:10 Y agradó delante del Señor que Salomón pidiese esto. 1Re 3:11 Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, 1Re 3:12 he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú.

Es sabido y conocido por todos, que las riquezas que poseía Salomón fueron tremendamente grandes, pero aún mayor que sus posesiones y tesoros, fueron su sabiduría y sus decisiones, lo que le ha permitido ser conocido hasta en nuestro días por tal virtud.

Tuvo abundancia de oro, plata, diamantes, finas maderas y todo tipo de materias primas, además de cantidad de mujeres y concubinas (algo consentido en aquella época) Podría decirse que no tuvo falta de nada.

Material y sentimentalmente lo tuvo todo, lo probó todo, y en ese desmedido deseo por conocer y entender cada cosa de la vida, encontró grandes problemas, que
hicieron que pasara por momentos más amargos que dulces. Esa experiencia, le permitió poder asegurar que si él se encontraba lejos de Dios, todo cuanto poseía o hacía, carecía de sentido y lógica. Entendió que bueno o malo, todo lo que pasa vuelve, y sin Dios no llegas a ningún sitio; su más conocidas afirmaciónes fueron:

- "El principio de la sabiduria es el respeto a Dios..." (Proverbios 1:7) - "El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala" (Eclesiastés 12:13-14 )

Hemos usado pues, las palabras que el Espíritu Santo inspiró en este ser humano tan singular, al que permitió "experimentar la vida al límite de sus sentidos" para que entendiera cual debía ser su verdadero fundamento... Por lo tanto, las citas de esta sección se recogen de los tres libros que escribió, y que forman parte de la Palabra de Dios, la Biblia, y que son: Proverbios (Pr), Eclesiastés (Ec), y Cantares (Cant).

Aquí te dejamos algunas palabras que él mismo escribió de su puño y letra acerca de lo que aprendió de la vida:

Yo, el Predicador (Salomón), fui rey sobre Israel en Jerusalén. Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él. Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu. Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse. Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia. Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu. Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor. Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era vanidad. A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto?. Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida. Engrandecí mis obras edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles. Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música. Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría. No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol. Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho. Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las tinieblas. El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro. Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad. Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio. Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu. Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí. Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad. Volvió, por tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría. ¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con rectitud y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También es esto vanidad y mal grande. Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol? Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad... ...El fin de todo discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos: porque esto es el todo del hombre.

Extraido de los capítulos 1, 2 y 12 del libro "Eclesiastés", de la Biblia.

Entendiendo esto, me gustaría añadir a cada entrada temática de Citas Ilustres, las palabras inspiradas por Dios al Rey Salomón, que resumen la sabiduría de una forma exquisita, también separadas por los mismos temas, para tener la opción de comparar las citas y estos proverbios, y enriquecernos de este modo...